El Real Madrid pasa a Cuartos en una noche épica
¿Cómo contar lo indescriptible? Un partido paranormal en el Bernabéu que podemos explicar desde muchos planos, que hay que construir desde los mimbres de la racionalidad y el análisis porque eso es lo que nos caracteriza en La locura de Bielsa, pero que para entender el resultado y el desenlace hay que acudir a elementos que están en la frontera con la religión, con las cosas en las que hay que creer o reventar.
Si uno ve el cómputo general de la eliminatoria no hay ninguna duda, el París Saint Germain ha sido superior y muy mal haría el Real Madrid en no aprender la lección o en no tratar de arreglar sus puntos débiles, ya que la ida terminó 1 a 0 de milagro y hoy, en los primeros 60 minutos el PSG tuvo la oportunidad de resolver tranquilamente la eliminatoria porque tiene un jugador que es imparable: Kylian Mbappé.
Todos los otros ingredientes de ambos conjuntos son perfectamente equiparables o incluso intercambiables, pero no hay un solo jugador que podamos poner a la altura del 7 del PSG porque es capaz de ser decisivo en todos los registros de este deporte: no le puedes dejar metros a tu espalda porque no lo vas a coger, da igual el marcaje, y tampoco lo puedes defender en un bloque bajo porque resuelve en una baldosa y es letal en la definición, no muchos jugadores le marcan a Courtois en el primer palo.
El primer tiempo perteneció al PSG
Con la alineación que todo el mundo esperaba saltaron los de Ancelotti al Bernabéu, con la única duda de la posición final de Nacho, que ocupó el lateral izquierdo en una decisión en la que, de nuevo, comprobamos que Ancelotti ya no es el de otros tiempos y siempre que puede elije guardar. El resto fue lo esperado con la reválida para Carvajal en su comparación con Achraf que ya os contamos.
En cambio en el París Saint-Germain vimos los intérpretes que todos pensábamos pero una disposición novedosa de su tridente, con Neymar más retrasado, casi jugando de enganche, Messi algo más arriba acostado sobre la derecha y Mabppé en principio por la izquierda pero cuya zona de influencia es todo el campo.
Salió el Madrid muy arriba, con el público presionando y la necesidad de demostrar que no había tanta diferencia como pareció en el primer partido, pero la efervescencia y el fuelle duraron solo 10 minutos, ya que se comprobó que el Real Madrid se las veía y se las deseaba para llegar ante Donnarumma, mientras que el espacio a la espalda de Militao y Alaba era un riesgo inasumible; siete minutos tardó el francés en plantarse mano a mano con Courtois y forzar una gran intervención del belga.
En el plano ofensivo el Real Madrid era romo. Pochettino maniató a Vinicius poniéndole encima un marcaje al hombre de Dalino Pereira, a la vieja usanza. El portugués no tenía ninguna otra misión, ni ofensiva ni defensiva que no fura seguir constantemente a Vinicius. Para los momentos en que el brasileño superara al ex del Porto, Achraf aparecía completando una doble marca que secó mucho al canterano del Flamengo.
Los de Ancelotti se replegaron un poco para tratar de reducir la que denominamos «Zona Mbappé» esa porción del terreno de juego donde con una simple carrera al espacio el 7 del PSG hace saltar por los aires cualquier sistema defensivo del mundo. En el minuto 12 tuvo otra clara ocasión y se percibía en el ambiente y en la gestualidad de los jugadores merengues que era una misión casi imposible detenerlo.
Esa focalización en Kylian liberaba espacios en otras zonas, aprovechados por otros soberbios jugadores como Messi y sobre todo Neymar en este tramo, muy liberado en el medio, encontrando las costuras del centro del campo de Ancelotti, donde un Kroos tocado no pudo seguir el ritmo de transiciones constantes que se instauró gran parte del encuentro.
Cuanto más avanzaba el reloj más retrocedía el Madrid. Instalado en las inmediaciones de Courtois, el conjunto blanco trataba de recuperar el balón y poner en vuelo a Benzema, Asensio y Vinicius que siempre tuvieron las de perder ante el dispositivo defensivo parisino. Como contraparte, Neymar intercambió su posición con Messi en la mediapunta y el argentino comenzó a carburar, dejando conducciones y detalles que nos recuerdan a otros tiempos, pero que también prueban que el tiempo no pasa en vano para nadie.
A pesar de esto, este tramo fue un monólogo para el PSG, en el minuto 30 casi marca Messi tras una pared espectacular con Neymar, quedó muy escorado sobre la izquierda del área y su definición se convirtió en un pase al área pequeña donde milagrosamente no había nadie. Pero solo tres minutos después ocurrió lo que el devenir del partido indicaba como lógico: el tanto del PSG, en concreto de Mbappé que tuvo que ser anulado pues venía de un fuera de juego milimétrico de Nuno Mendes.
Empujado por el aviso de Mbappé en el gol anulado, los de Ancelotti tiraron la línea defensiva prácticamente en el centro del campo y apretaron a los de Pochettino desde la salida, buscando poblar mucho el medio para garantizar recuperaciones rápidas. En este momento es cierto que el Madrid tuvo más la pelota y la iniciativa, pero se encontró con un problema importante: cuando Benzema sale del área para combinar, no hay nadie que ocupe ese espacio para rematar posibles envíos desde los costados.
El partido de Asensio y Vinicius merece un punto a parte. El mallorquín estuvo muy impreciso, con movimientos muy interesantes, pero sin ninguna influencia con el balón en los pies; para reflexionar, sin duda. En el caso del brasileño, por momentos fue el de siempre, veloz, escurridizo, picante, pero sospecho que ha perdido algo la confianza en la definición que tenía estos meses atrás y siempre busca el pase antes que el disparo.
En el mejor momento de juego del Real Madrid, marcó el PSG. Como vemos en el diagrama, la «Zona Mbappé» se agigantó y a campo abierto ni Alaba ni Militao ni ningún defensa del mundo puede competir con el francés. Ganó la carrera con mucha suficiencia, entró al área, Alaba no lo encimó lo suficiente y le hizo el gol a Courtois por el primer palo como si no costara. La eliminatoria parecía resuelta a ojos de todo el mundo.
En la segunda parte todo cambió
En el segundo tiempo el Madrid no podía contemporizar, había que salir arriba a buscar el partido aún a riesgo de pagarlo caro en forma de goles. No obstante, los primeros minutos fueron demasiado tibios y horizontales hasta que en el 53, transición al espacio, Mbappé entra al área y elimina a Courtois con una bicicleta que hubiera firmado O Fenómeno y marcó un gol que fue anulado por fuera de juego.
Este fue el catalizador del cambio de piezas que comenzó a equilibrar la balanza. Camavinga entró al campo por un desgastadísimo Kroos y cuajó un partidazo en una posición que no es la suya, la de pivote, dando muestras de que es un centrocampista muy versátil y que está para los grandes partidos. Además, Asensio cedió su sitio en la derecha a Rodrygo que tuvo una gran noche y fue una pesadilla para Nuno Mendes. Con estos nuevos mimbres el partido ya era otro.
En el minuto 61 esta diferencia se convirtió en una gran presión adelantada de los de Ancelotti, Karim Benzema se vistió de Raúl González Blanco, encimó como es debido a Donnarumma, sin falta que quede claro, la pelota le cayó a Vinicius que con el portero volviendo y Marquinhos delante eligió perfectamente y le sirvió el balón a Benzema en mitad del área para que definiera a gol y empatara el encuentro. Lo impensado.
A partir de aquí, el análisis deja paso a lo paranormal. Llamémoslo miedo escénico, el peso de la historia, 80.000 personas proyectando energía en un mismo lugar para un fin concreto… lo que sea, pero el Real Madrid entró en un estado mental superior, desconocido, que le hizo rendir a un nivel mucho más alto de un segundo para el otro.
Las ocasiones se sucedieron una detrás de la otra en aquellos minutos donde el PSG no hacía pie, ya se había visto en el bombo de cuartos o pensando en el vuelo de vuelta a casa, y de golpe y porrazo el partido estaba empatado y le tocaba reactivarse, agarrarse al ritmo del partido otra vez. Y no pudo.
Entraron al campo Lucas Vázquez por Carvajal y Gueye por Paredes en torno al 70, pero ahí el conjunto parisino ya no se encontraba. Su tridente estaba descolgado y no participaba en el lugar donde se estaba desequilibrando el partido: el centro del campo que era absolutamente madridista. Ocurrió lo increíble, lo insospechado, pero también lo que el partido mostraba en aquel preciso momento.
Minuto 76, Luka Modric comienza un eslalon histórico dejando atrás todo tipo de piernas y siendo capaz de servir un balón a la espalda para un Vinicius que se mide como siempre a Danilo y a Marquinhos, les aguanta la carrera, se detiene en el área, elimina suavemente a Achraf y cuando parecía que la jugada había sido abortada porque el brasileño estaba rodeado, la cede atrás para Modric que filtra un pase precioso para Benzema que controla y define, mandando el balón a la red tras rebotar en Marquinhos.
Este gol empataba la eliminatoria, pero antes de que pudiera volver a sentarme, el PSG saca de centro, el Real Madrid se lanza a la presión, Rodrygo la roba, asiste a Vinicius que controla mal, le da la ocasión a Marquinhos de hacerse con el esférico y tratar de salir jugando, pero el capitán del conjunto parisino escogió mal y convirtió su pase en una asistencia para un Karim Benzema que venía desde atrás como un tren, que había olido la sangre y definió con el exterior de primeras, raso y al palo corto de Donnarumma. Un gol imposible. Una remontada imposible.
Ya dijo Dante Panzeri, uno de los más grandes periodistas argentinos, que el fútbol es la dinámica de lo impensado. Vaya si lo es. No solo es que el PSG fue muy superior en el partido de ida, sino que en el cómputo general de la eliminatoria ha demostrado ser más que el Madrid y tener un jugador decisivo y letal como Mbappé, pero queridos lectores, la historia no se compra, no se fabrica, no depende de millones, petróleo o caprichos. La historia se construye a base de gestas, de fracasos, de títulos y de derrotas, de todo aquello que hace que cada escudo y cada club tenga un peso específico. Y hasta el día de hoy, el PSG sigue siendo liviano, accesorio, casi anecdótico para nuestro deporte. Y eso, estoy seguro, debe de doler bastante a jeques, dictadores y directivos de todo tipo y pelaje.